Foto: Aitor Ayesa

En el siglo XVIII, la sociedad experimenta profundas transformaciones, merece la pena destacar la figura de Félix María de Samaniego, nacido en Laguardia en 1745.

Sobrino del Conde Peñaflorida, formaba parte de la Real Sociedad Bascongada de Amigos del País; hijo de su época y claro exponente de las ideas de la Ilustración, alcanzó popularidad gracias a sus obras literarias. Las más famosas son sus Fábulas.

Las fábulas de Samaniego se inspiran en las obras de los fabulistas clásicos Esopo y Fedro, y también del francés La Fontaine y del inglés J. Gay; todas ellas tienen una finalidad didáctica. De estilo bastante sencillo y métrica variada, muchas fábulas destacan por su espontaneidad y gracia: La lechera, Las ranas que pedían rey, El parto de los montes, La cigarra y la hormiga, La codorniz, Las moscas, El asno y el cochino, La zorra y el busto o El camello y la pulga.

Consecuente con sus principios estéticos, Samaniego hace en sus fábulas un derroche de gracia y sencillez. La gracia la consigue a base de viveza y colorismo en la expresión. Las fábulas están llenas de expresiones cálidas e ingeniosas, construidas sobre un lenguaje corriente. Juega también con los refranes y los dichos populares. Otros rasgos que definen su estilo son la ausencia de elementos cultos, la simplicidad del vocabulario y la acumulación de sustantivos y verbos, signos de su dicción concisa.